La crisis que nos devasta segrega corrientes de pensamiento y también palabras mágicas a las que nos agarramos en el naufragio. La economía colaborativa, cooperar, sharing economy, etc.
Sirven para dar charlas y cursos. Es posible que se vayan depurando y sirvan para algo más. A veces surgen destellos de esperanza. Lo nuevo va mucho más despacio que lo que se hunde.
Es posible que haya una pugna entre los esfuerzos por salvar lo viejo (salvarse en lo viejo) y poner en marcha lo nuevo. Dedicar recursos cada vez más escasos a algo que apenas se vislumbra o enfocarlos a extraer algo de lo que se desmorona. Una pugna mundial y también íntima, personal.
El apostolado de la colaboración intenta convencer al mundo anterior de que lo nuevo es necesario para su supervivencia y, además, rentable. Los argumentos son atractivos.
Uno de los focos de negocio en esta sociedad destruida es el explicar a los demás qué han de hacer para sobrevivir. Instituciones y entidades llenan sus salas y sus aulas de público para escuchar a oradores y expertos que explican desde los rudimentos básicos hasta las tendencias más experimentales. Estamos en un género que podríamos llamar Cómo salir de esta. Desde el coach hasta cómo emprender, el mindfulness, la creatividad.
Algunos consultores, como el profesor Juan Royo, explican cómo no arruinarse: “siempre digo a quienes asesoro que mi función no es dar viabilidad a su negocio sino que no se arruinen”.
Y la corriente de pensamiento que se predica es “colaborar y compartir”, que se concibe como algo moral y funcional a la vez. Práctico y ético. En la misma entrevista citada antes, Juan Royo, un referente en esta encrucijada, dice: “La siguiente revolución será una revolución social basada en colaborar y compartir”.
Hay compañías instaladas en la depredación o extracción de rentas de lo público. Algunas de ellas también ensayan recorridos de las nuevas propuestas colaborativas, aunque sea de forma testimonial o publicitaria. Hay que estar a todo.
Una de las palabras mágicas es liderazgo. Quizá hay una saturación de liderazgo, una burbuja.
Hay muchas experiencias de colaborar y compartir. Una de las vías más evidentes para rentabilizar esta propuesta es explicarla, contarla y cobrar por ello. Sería una vía antigua, dentro de la economía anterior. Hay experiencias en marcha como La Colaboradora.
En Las Indias hacen un análisis exhaustivo y permanente de la sharing economy y de los ámbitos relacionados: debaten en vivo qué es y qué no es colaborar y compartir: el concepto está vivo y cada día se ve asaltado por nuevas realidades e interpretaciones.
En el campo de pruebas y de batalla de “compartir” aparece siempre o se presupone la colaboración entre iguales, la igualdad. No está claro el encaje de esta igualdad con la tensión hacia el liderazgo. Tal vez son términos que pertenecen a discursos de mundos diferentes. O quizá se pueden ensamblar en este Frankenstein que vamos armando a martillazos. Es posible que haya que hacer una síntesis inimaginable. De momento la maqueta es un colador, está llena de huecos. De lo líquido hemos pasado a lo flotante. Significantes flotantes. Todo metáforas.
El consumo, motor del modelo, está mal visto desde lo nuevo. Hay que aplicarle “responsable” para lavarlo. El consumo ya estaba cuestionado antes de que hiciera crack, pero eran objeciones filosóficas, alertas humanitarias, premoniciones del horror que al fin ha llegado.
De momento el liderazgo es dinero y la sharing economy es ausencia de dinero.
Puede haber híbridos, mezclas, excepciones. Es una aproximación de andar por casa.
Los relatos son todavía un poco fabulosos o mitológicos, como tienen que ser. Las realidades son atroces.
Competitividad y/o cooperación.
En cada alma.
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